Algo extraordinario
Un día más, las cinco y media, hora en la que tomo el metro
de vuelta a casa, tras un día agotador de trabajo, en el que me he levantado
antes de las siete, día de reuniones
donde me esfuerzo por entender lo que se cuenta, cumplir con lo que me exigen y
ser tan inteligente como se piensan, y yo solo me siento inútil, cansada,
perdida e incapaz una vez más. En el
metro me siento terriblemente hecha
polvo y pienso en el día que he tenido y el que me espera: Recoger los niños,
comprar lo que me falta para mañana, ayudar con los deberes, estudiarme el
examen del niño para mañana, hacer la cena, preparar los uniformes, recoger la
cocina…
No tengo fuerza hoy para todo eso…, miro a la gente que se
apretuja contra mí en el metro, los mismos señores y señoras desconocidos de
cada día, con sus caras cansadas y miradas perdidas en la gris rutina de Madrid, ¿Qué vidas tendrán? Ahí está la que lee un libro, el
que cierra los ojos para descansar, las que se cuentan la vida a grito pelao, el que ronca a
mi lado. Ellos siempre están para acompañarme cada uno de mis días de metro. Me siento gris, y pienso que lo que yo necesito para animarme es que me
ocurra algo extraordinario, algo magnifico, algo sorprendente, algo de buena
suerte. Esas cosas a veces ocurren, ¿no?
Algo así como que me caiga de pronto del cielo una manera de
vivir sin luchar tanto, sin que me cueste, sin dejarme la piel a tiras para salir cada día adelante. Que
ilusa que soy pienso, mientras miro a
las personas que me acompañan en el metro, tan cansadas y agotadas como yo... A
ellos seguro que no les ha pasado nada extraordinario, no tienen pinta, me
digo, eso de algo extraordinario solo ocurre en las películas. ¿A quién conoces tú que le toque un
euromillón? ¿O qué de pronto le caiga una herencia milagrosa de un pariente
lejano?
Continúo con mis pensamientos según pasan las estaciones ante mi y la gente baja y sube del metro, y me doy cuenta que estoy siendo injusta porque en realidad mi vida está llena de cosas extraordinarias, por ejemplo, haber
nacido justo cuando y donde nací, eso sí que fue algo extraordinario. Nací
justo en el lado bueno del mundo y justo cuando teníamos democracia en este país,
y sobre todo en la maravillosa familia donde fui a parar: Eso sí que fue algo
realmente extraordinario, me digo mientras observo una madre que les da la
merienda a los niños en el metro. Mis padres me proporcionaron una infancia maravillosa, y
construyeron la persona que soy dándome todo su cariño, siempre ha sido
extraordinario sentirse arropada por mi familia, contar con ellos
incondicionalmente. Es realmente algo
extraordinario.
Ya estoy en Batán y al abrirse las puertas entra el bochorno de la calle, es una tarde nublada y angustiosa, de esas que terminan en tormenta, y yo continúo pensando en las cosas extraordinarias que me han
pasado y pienso en mi marido, eso sí que fue extraordinario, que un amigo nos
presentara en un autobús a los quince, que siguiéramos viéndonos durante años y
que finalmente fuéramos novios, luego nos casásemos y tras venticinco años aún
sigamos enamorados y queriéndonos. Eso sí que es extraordinario me digo
mientras observo una pareja comiéndose a besos en el fondo del vagón. Ya no
hacemos esas cosas tan pasionales, pero si otras más entrañables, me sonrío.
Estoy en Aviación ya me queda poco para legar a mi destino, el vagón se vacía y yo continúo con mis pensamientos mientras sigo con la mirada un carrito con un bebe, que ríe, esta contento de su paseo en metro y me doy cuenta de que lo realmente extraordinario de mi
vida son mis niños, un amor que jamás hubiera pensado que podía sentir, ellos
que me obligan a vivir, a levantarme cada mañana, me exigen disfrutar del
mundo, me enseñan a compartir y a ser generosa. Mis niños, que me proporcionan la felicidad solo
con pararme, dejar de correr, respirar profundamente, vaciar la mente de preocupaciones
y mirarlos atentamente. Algo tan
sencillo y difícil a la vez: Solo con
observarlos profundamente sin que ninguna tontería me afecte alcanzo eso que todos
buscan con tanta desesperación, solo con mirarlos soy feliz.
He llegado a mi destino, salgo a la calle, llueve y huele a primavera; Me siento profundamente dichosa. Eso sí que es realmente extraordinario, ¿no os parece?
He llegado a mi destino, salgo a la calle, llueve y huele a primavera; Me siento profundamente dichosa. Eso sí que es realmente extraordinario, ¿no os parece?
muy muy bonito sigue así besos
ResponderEliminarGracias Paco, me ha hecho muchísima ilusión tu comentario. Besitos
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