Soñando en el metro
Otra vez de nuevo esperando en el andén a que llegue el metro. Llegó el tan esperado calor, y estamos tan felices, o al menos yo lo estoy salvo el ratito de metro; sobre todo cuando te toca el hueco debajo de la axila cantarina de un tipo algo barrigón y sudoroso…¡puag! ¡Prefiero el frío!¡ prefiero el frío! - grito en mi cerebro, mientras me trago el aroma embriagador de mi compañero de viaje. Al menos las ocho capas de jerseys y el abrigo te salva del impúdico y asqueroso contacto sudoroso y maloliente del metro. Y es que a veces… ¡qué mal huelen los vagones! Entras y te pega una bofetada de olores varios inverosímiles que me impulsan a salir corriendo o a desmayarme. Pero como llego tarde y una es muy práctica, pues con concentración mental logro recomponerme, e intentando aguantar lo máximo la respiración, resisto como una heroína en el vagón hasta que llega mi parada. Eso es lo que nos toca a la empobrecida y casi desaparecida clase media; taparnos la nariz y aguantar el tufill