78.-Esos momentos...
La claridad se filtra por mis ojos cerrados mientras me acarician la cara
con mimo, mis oídos no oyen ruido ninguno, solo un susurro agradablemente burbujeante,
me invade un olor intenso marino, mi cuerpo ingrávido lo tengo expandido,
fresquito y relajado, me siento mecida despacito por una fuerza invisible con
cariño y delicadeza. Con tanto gustito, este cerebro mío va olvidando poco a
poco todas sus preocupaciones, estoy realmente en la gloria. Abro los ojos y
veo un cielo azul intenso, con alguna nube blanca brillante, y en los bordes
inferiores de mis ojos que se niegan a abandonar el azul percibo lo que parece
vegetación verde y arena brillante. Sin
duda estoy en el paraíso, pienso, mientras estiro aún más mis brazos y abro mis
dedos para sentir nuevamente la levedad de mi ser meciéndose sobre un ente
brillante. Este sutil movimiento provoca
que una cadena de burbujas exploten en mi espalda. Ummmm, que maravilla... En
un estado semi-inconsciente decido que este es el modo perfecto de pasar la
vida, no quiero ni parpadear para no romper el más sutil, ligero y maravilloso
estado en el que me encuentro; estando pero sin casi estar...
-Mama, ¡Bomba va!
-¡Joder! ¡Me cago en
todo!
Entonces bruscamente mi paz infinita
se hace añicos, cuando un bestiajo cae encima mío, salpicando todo el agua de
la piscina sobre mi refrescado cuerpo y destrozando la levedad de mi ser, y aquella
luz eterna que casi logre sentir en mi interior... ¡La madre que os pario! Le
grito, mientras me hundo y trago lo menos dos litros del agua de la piscina.
-Pero mama, llevas dos
horas haciendo el muerto, ya empezaba a preocuparme.
-¿Perdona? ¡Pero estaba
haciendo la sirena!
Estaba viviendo un
momento único para mí. He descubierto que un momento de estos intensos me
recarga las pilas como una sesión de spa. Y he empezado a practicar los
momentos únicos Dorita.
Por ejemplo, otro momento único solo mío, es cuando regreso de trabajar a
las tres de la tarde con el coche ardiendo a cuarenta grados y con el aire
acondicionado roto. Pues podría morirme ahí metida por derretimiento o
deshidratación. Pero no, he descubierto
que es otro momento especial, porque abro las ventanas mientras voy sintiendo
la velocidad a 100 kilómetros por hora por la autopista; el pelo se me aloca
volando sacudido por el viento, lo que me provoca una sensación intensa excitación,
porque mi cochecito parece que se va a desarmar. Como no escucho la música con
el ruidazo de la autopista, pongo la radio al máximo volumen. Y por supuesto es importantísimo sintonizar
para este momento Rock FM, y así, imprescindible, poder cantar a todo pulmón, por ejemplo la de
" Sweet Child O' Mine2" de Gun n' Roses. Es entonces cuando
experimento la libertad, la revolución, la anarquía. Y me siento una tía
salvaje y guay: ¡Soy una rockera sin Ley!
Y me río a carcajada limpia cual loca de remate con un punto de histeria desesperada, cuando observo la cara de alucine
de los otros conductores preguntándose qué coño hace una madre cuarentona con
pelos de punta gritando a todo pulmón, a saber qué canción, dentro de un corsita
canijo por el carril de la derecha: ¡Coño! ¡Pues disfrutando de la vida!
Si te gusta compártelo.
Comentarios
Publicar un comentario