Aquí ando adolescente perdida
Suena el despertador: ¡qué horror! Miro la hora y son las
siete de la mañana. Con lo a gustito que se está en la cama, ¿qué valiente se
va a levantar con la lluvia que está cayendo? Me giro y me arrechucho calentita
junto a mi maridito. Suena de nuevo el maldito despertador; como me conozco lo
tengo programado con alarmas cada cuarto de hora: sé que de este modo me voy a
levantar por no torturar demasiado a mi santo esposo.
Hoy tengo de esos días en los que no encuentras un motivo
para salir de la cama ya que tengo que ir al taller, luego debo atender miles
de reuniones, la compra, hacer las cuentas y un sinfín de obligaciones más:
nada que me apetezca o me divierta. ¿Os pasa a vosotros? A mí demasiado y eso
que ando buscando darle un sentido a mi vida a los cincuenta.
Es curioso que a esta altura de la vida esté buscando de nuevo
mi camino. Es triste que tengas que recibir un buen golpe para abrir los ojos y
darte cuenta de que estás perdiendo todas las horas de tu día en hacer cosas
que no te gustan, al contrario, que te aburren un montón.
Claro, me diréis, pero quién puede dedicar su vida a solo
disfrutar y pasarlo bien; quizás los ricos y lo dudo mucho. Todos tenemos que
comer, facturas que pagar, obligaciones que hacer… Al final todo termina en el
dinero. ¡Qué pena!
Pero ¿y si orientas tu vida para ganar dinero en lo que te gusta?
Seguro que me diréis que ya soy vieja para cambiar de trabajo, sobre todo dejar
uno que tengo seguro y estable.
Pero ¿y si cambias el modo de ver tu trabajo, de ver las
obligaciones que tiene? ¿Y buscas la aventura, el reto, lo divertido? ¿Será
posible hacer ese cambio? Por ejemplo, voy a buscar la aventura en colocar la
compra. Bien visto, es una gran hazaña lograr guardarla toda en la nevera.
Pues así estoy, a los cincuenta, buscando el sentido a todo,
como cuando era adolescente y estudiaba a los filósofos en el instituto.
Aquí ando adolescente perdida a los cincuenta. ¿Os pasa a vosotros?
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